El popular y legendario danzón es de origen cubano. En sus primeros
años, al finalizar el siglo XIX se convirtió en una manifestación popular
propia de negros mulatos y mestizos. Sin embargo, poco a poco fue ganando
adeptos entre criollos y clases pudientes en toda la isla.
Al principiar el siglo XX, el
danzón modificó su primitiva estructura para incorporar del son la sabrosura “montuna”, proporcionándole más agilidad y sensualidad a lo largo
de la pieza. Este modelo le ha permitido sobrevivir hasta nuestros días como
auténtico rey en los salones de baile y plazas populares en México y
Centroamérica.
Si tuviéramos que pintar con algún color al danzón para darle
identidad, éste sería el color negro. La riqueza en ritmos y cadencias de las
orquestas cubanas no se podrán entender sin la presencia del elemento negro en
sus sonidos: las percusiones, las maracas, las claves, sonajas, campanas,
triángulos… En fin, la combinación afrocubana no es solamente cuestión de
percusión, sino que está presente en todas sus notas y excitantes figuras
musicales.
Al hablar de danzones en nuestro país tenemos que remontarnos al año de 1920 pues se fundó el célebre Salón México (aunque existen grabaciones de esta forma musical durante la segunda mitad de la década de 1900). Los nombres de sus salas (La Mantequilla, La Manteca y El Sebo) propios de su origen popular, fueron testigos silenciosos del desfile de las danzoneras más prestigiadas del momento: Danzonera de Dimas y Prieto, Danzonera de Tiburcio “El Babuco” Hernández y la Danzonera de Consejo Valiente “Acerina”. Un dato digno de ser destacado en esta época lo consigna Jesús Flores y Escalante en su libro Salón México sobre el cabaret El Nereidas ubicado en las calles de Guerrero y Luna. “Este cabaret motivó la creación del famosísimo danzón Nereidas en 1932. Su dueño el señor Daniel Sidney pidió en este año al músico oaxaqueño Amador Pérez "Dimas" Torres, creara un distintivo musical para el lugar. El resultado fue EL DANZÓN DE DANZONES: NEREIDAS. Este sitio originalmente estuvo decorado con sirenas y motivos marítimos que después pasaron a los cabarets El Gusano y El Caracol".
A partir de 1932, las orquestas tropicales lograron consolidarse entre
el bailador pueblo mexicano. Agustín
Lara, formó el Son de Marabú y
preparó el terreno para que, años más tarde, proveniente de la isla de Cuba,
llegara a México para quedarse la legendaria Sonora Matancera, compañera ideal para las voces de Cascarita, Moscovita, Celia Cruz, Celio González, Albertico Beltrán, Bienvenido
Granda, Leo Marini, Daniel Santos y Nelson Pinedo.
En los años cuarenta, El
Waikiki, antiguo y prestigiado club nocturno, fue el escenario ideal para
las actuaciones apoteósicas del Son
Clave de Oro y su cantante Moscovita.
Tampoco podemos dejar de mencionar las grabaciones discográficas que el tiempo
ha convertido en clásicos de la música tropical a cargo de Mariano Mercerón, Lobo y
Melón y la orquesta cubana Casino de la Playa.
El inolvidable Cara de foca,
Dámaso Pérez Prado dio a conocer en
el lejano 1948 un ritmo tropical que causaría revuelo entre los jóvenes de
aquel entonces: el mambo.
Pérez Prado fue primerísima figura del espectáculo en México, Estados Unidos y
buena parte de Latinoamérica. Su capacidad y talento artístico, le permitieron
visualizar un ritmo auténtico y original, basado en la fusión de la combinación
sonora de las grandes bandas norteamericanas y la utilización con tintes
modernistas de las cadencias y armonías propias del trópico.
En nuestros días, los mambos que Pérez
Prado grabó para la RCA Victor ,
mantienen la frescura, calidad técnica y
originalidad… Patricia, Mambo en sax, El
ruletero, La chula linda y el Mambo
no. 8, son sólo algunos ejemplos de esta apreciación.
Cuando llegaban a su fin los inolvidables años cincuenta, la
supremacía del mambo había terminado pero su influencia aún se dejaba sentir en
las composiciones a ritmo de guaracha-mambo,
bolero-mambo o bien, danzones-mambo. Con el fin de emular en
lo musical y económico a Pérez Prado, varios compositores se dieron a la tarea
de crear el nuevo ritmo capaz de competir con la cumbia y el rock and roll.
Así surgió el Cha cha chá que trajeron a nuestro festivo pueblo los cubanos Enrique Jorrín y Nipón Mondéjar.
En toda reunión de baile, la gente que pinta canas se levanta de sus
asientos con la emoción y frescura de antaño para lucir sus mejores pasos al
compás de El bodeguero, Los marcianos y
Las clases del cha cha chá. O bien, tan solo se dejan seducir por la inigualable voz de El Bárbaro del Ritmo… Benny Moré.
Muchos otros inventos tropicales probados en diferentes épocas, no
lograron identificarse con el gusto popular y pasaron a la historia con más
pena que gloria como el merecumbé, el watusi, el yumpi, el charanga pachanga,
el barambao, el zemboleo y el chivirico.
Los sesentas habían significado un período de crisis para la canción
tradicional mexicana pero también, corresponden a la época en que la creación
de la música tropical tocaba por vez primera fondo. Sin embargo, en un intento
por rescatar la tradición del baile y las cadencias tropicales, surgieron
nuevas orquestas que pronto lograron afianzarse en el gusto popular de la
juventud cada vez más influenciada por ritmos estridentes provenientes de los
Estados Unidos: La Sonora Santanera , La Sonora Veracruz , El Acapulco Tropical y Mike Laure y sus Cometas, son ejemplos
dignos de esta modalidad.
El golpe final a la creación de música de baile con ritmo tropical de
calidad lo dieron un grupo de jóvenes que intentaron crear un género nuevo,
híbrido y raro, porque parecía tropical
pero intentaba ser balada y que en nuestros días ha vuelto a cobrar vigencia:
la llamada onda grupera. La indecisión entre ser semi-rocanroleros o
cuasi-rumberos es una de sus características. A pesar de eso, las agrupaciones
de aquella primera época de la onda grupera tienen una ventaja sobre los
gruperos del siglo XXI, los cuales siendo productos híbridos con fines
netamente mercantilistas, se pierden en el limbo que produce la inusitada
mezcla de ritmos que van desde el rock, lo tropical, la balada y el pop,
ranchero, norteño, banda sinaloense y todo, absolutamente todo lo que usted
quiera agregar.
Esperamos disfruten de la siguiente selección musical, es imposible
cubrir en este espacio todas las manifestaciones o intérpretes que caben dentro
de la llamada música tropical, pero es un pretexto para escuchar algo de la vieja
guardia.
Nereidas, una de las primeras versiones
en disco de este inmortal danzón corrió a cargo de Juan Concha y su Danzonera en 1936.
En Veracruz, la inolvidable Ana María Fernández “La cancionera del estilo
único” interpreta esta composición de
los Hnos. Martínez Gil en 1941 acompañada por la Lira de San Cristóbal.
Cascarita de
Limón, en 1948 el
famosísimo Son Clave de Oro que tenía a tres portentos de cantantes:
Moscovita, Chepilla y Cascarita, se
escuchaban día y noche con esta composición
de Pepe Delgado.
Piel canela,
de su propia autoría Bobby Capó nos ofrece este número que pegó con tubo
en 1952, tal fue su éxito que al año siguiente le dio nombre a una película.
Silencio, el conjunto Los Cariñosos
llevaron al disco en la primera mitad de los cincuenta su agradable versión para
este número de la inspiración de “El
jibarito” Rafael Hernández.
Y hoy como ayer, composición de Pedro Vega, Benny
Moré y su Banda Gigante nos ofrecen este registro discográfico de 1955.
De noche, de las grabaciones de mediados
de los años cincuenta Tito Rodríguez nos deleita con este bolero-cha cha chá.
Mambo en sax, uno de los mejores
números grabados por Pérez Prado y que a su vez le dio nombre a uno de sus
discos de larga duración para RCA Victor
en 1957.
La Margarita, uno de los danzones de mayor
popularidad en la década de los cincuenta fue este número de Mariano Mercerón y
sus Muchachos Pimienta.
Congoja, Margarita Romero fue una de las voces que triunfaron en el elenco de
XEB durante los años 30 y 40, posteriormente XEW tuvo entre sus filas a tan magnífica
cantante. En RCA Victor grabó un disco con canciones de Rafael Hernández y arreglos de Rafael de Paz.
Cosas del alma, esta composición del cubano Pepe Delgado cobró
nuevos matices en la formidable versión para el sello Victor de Lobo y Melón grabada
en 1960.
Brigitte, la formidable orquesta de Chuck
Anderson se anotaba su mayor éxito de ventas con esta pegajosa tonada de 1960.