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Ricardo y Alejandro Martínez Arreola

jueves, 6 de septiembre de 2012

LA CANCIÓN MEXICANA...VOZ DE MÉXICO EN EL MUNDO






El Sentimiento Nacionalista de la Canción Campirana

La corriente nacionalista de las primeras décadas del siglo XX motivó a los compositores populares a retomar los ambientes que ofrecía la llamada canción campirana. Los ambientes evocadores del paisaje mexicano plasmado en las canciones tradicionales como Canción mixteca (1916), La pajarera (1917), La borrachita (1918), muy pronto encontró nuevos bríos para su renovación gracias a la importante promoción discográfica realizada por la RCA Victor. A este legendario catálogo, se agregaron canciones con temas del campo pero, para estar a la altura de los tiempos modernos, se recrearon en un ambiente netamente citadino las ahora entrañables Adiós Mariquita linda (1925), La negra noche (1926), Allá en el rancho grande (1927) y El limoncito (1928).

La calidad de las composiciones de la llamada canción tradicional mexicana es indiscutible pues a pesar del tiempo, han sido interpretadas por destacadas voces educadas en conservatorios y escuelas de canto que se hacen acompañar por piano, orquesta de alientos o de cuerdas.

Para 1930, el género campirano o ranchero se encontraba plenamente consolidado en el gusto popular, gracias a la difusión de intérpretes tan diversos como Los Trovadores Tamaulipecos, Lucha Reyes y el Mariachi Vargas. A partir de entonces, los rumbos de la canción ranchera (en sus modalidades de son alegre, bravío o de nostalgia campirana) quedaron marcados en el paisaje musical de México con Atotonilco (1933) de Juan José Espinosa; Flor silvestre (1929) de los Cuates Castilla; Albur de amor de Adolfo Estrada y Caminito de la sierra (1927) de Joaquín Pardavé.

La construcción de la identidad nacional promovida por el Presidente Manuel Ávila Camacho permitió que la canción ranchera de los años cuarenta se convirtiera en auténtico emblema de la cultura nacional. Las figuras del charro cantor y de la china poblana, identificaron a México y a los mexicanos en un mundo convulsionado por la guerra. En esta época, la producción comercial de discos con temas rancheros alcanzó cifras sorprendentes. Sin duda alguna, las casas disqueras contribuyeron enormemente al diseño estereotipado de nuestra tradicional estampa musical bravía ya sea que se trate de hombres o bien de mujeres. Tratándose de intérpretes masculinos, a Jorge Negrete le correspondió el honor (aunque muy a su pesar) de ser el primer Charro cantor, escuela que seguirían con notable éxito Miguel Aceves Mejía, Luis Aguilar, Francisco Avitia, Pedro Infante, Javier Solís, Antonio Aguilar, y Vicente Fernández. Entre las mujeres, Lucha Reyes estaba destinada a crear el mítico personaje femenino encargado de darle voz al alma musical de México. Esta tarea fue continuada por Matilde Sánchez, Dora María, Queta Jiménez, La Consentida, Lola Beltrán, Flor Silvestre, Amalia Mendoza y Lucha Villa.

La renovación de la canción ranchera en los años cincuenta se debe al talento de los compositores Tomás Méndez (Gorrioncillo pecho amarillo, Que me toquen las golondrinas y Cucurrucucú paloma) y a José Alfredo Jiménez. A pesar de que ninguno de los dos modificó en nada substancial al género, dotaron a sus obras de un buen sentido de la armonía musical e impregnaron sus composiciones de una fuerte carga emotiva que en muchas ocasiones alcanzó tintes lastimeros y trágicos.

Desde la aparición de sus primeras canciones en 1951 (Yo, Ella y Cuatro caminos), José Alfredo Jiménez reflejó en la nueva canción ranchera la realidad de los hombres que habían emigrado del campo a las grandes urbes. El nuevo ambiente del hombre urbano de clase media y baja, nada o casi nada tiene que ver con la añorada tranquilidad del campo y sus casitas de paja, tampoco reflejan al macho del rancho grande que nunca se raja, sino que, por el contrario, retrata la realidad triste del hombre que sin ella de pena muere. Eran los primeros años del modelo de desarrollo estabilizador y de la modernización de México, de su industria, de sus costumbres y de su música.

La influencia que José Alfredo ejerció en sus contemporáneos es evidente. Entre los compositores más destacados de esta sui generis escuela de música ranchera-urbana se encuentra Cuco Sánchez (Fallaste corazón, La cama de piedra, Anillo de compromiso, Nuestro gran amor); a José Ángel Espinosa Ferrusquilla no le bastó más que un éxito para trascender en el gusto popular (Échame a mi la culpa); también destacaron por sus composiciones e interpretaciones los Hnos. Zaízar (Cielo rojo). En el terreno de la interpretación, dominaron el escenario el internacional Miguel Aceves Mejía, el consolidado ídolo popular Pedro Infante, Las Hnas. Huerta, Flor Silvestre, Lola Beltrán, Julio Aldama, Demetrio González, Amalia y Juan Mendoza, Javier Solís y más recientemente Vicente Fernández.

En nuestros días, la música ranchera (sigue siendo de corte urbano) atraviesa una crisis de la que no ha podido recuperarse en las últimas tres décadas. El caso de Juan Gabriel es el más representativo en este sentido pues sus composiciones de este género están impregnadas de corrientes diversas que combinan baladas, rocks y música tropical. Los “nuevos valores de la canción ranchera” (Pedro Fernández, Alejandro Fernández, Pepe Aguilar, por ejemplo), intentan refrendar los viejos laureles ganados por sus antecesores, pero sus interpretaciones (más cercanas al pop) nos obligan a pensar que la época de oro de la canción ranchera quedó para siempre en el ayer. 
Los dejamos con la siguiente selección musical recordando un  diálogo de la película Amapola del camino (1937) “Ora músicos trompas de hule,  no se hagan roscas y a darle”.


Allá en el Rancho Grande, canción que en 1936 se escuchó en la película del mismo nombre en voz de Tito Guizar quien representó por primera vez en el cine a un charro cantor. En ese entonces pertenecía al elenco del sello Victor.

Mujer ladina, se dice que Lucha Reyes antes de salir a cantar se aventaba un fogonazo (de tequila) para estar a tono con las canciones, la auténtica representante de la canción bravía y del sentir provinciano. Una composición de J. José Espinosa grabada en 1937 para la marca Victor.

Pelea de gallos en San Marcos, composición de Juan S. Garrido en una de sus primeras grabaciones realizada por Los Tres Vaqueros en 1945.

La pajarera, esta canción mexicana con arreglo de Aguilar Palma la llevó al disco en una inolvidable versión Avelina Landín “La voz que canta al corazón” en 1948.

Tú sólo tú, una extraordinaria versión fue la que realizaron bajo el sello de RCA Victor Lupita Palomera y Fernando Fernández a finales de los años 40’s para esta composición de Felipe Valdés Leal.

Mi casita de paja, la siempre grata composición de Víctor Cordero en las voces de Martín y Malena en una grabación de los años 40’s.

Amor con amor se paga, de la mancuerna Esperón y Cortázar don Pedro Vargas “El tenor continental” y Jorge Negrete “El charro inmortal” nos ofrecen esta grabación de 1950.

Rancho Alegre, composición de Felipe Bermejo en voz de La Consentida acompañada por el Mariachi Vargas de Tecalitlán en una grabación  realizada en la segunda mitad de la década de los 50’s.

Como México no hay dos, Álvaro Zermeño y los Trovadores de México nos entregan esta composición de Pepe Guizar “El pintor musical de México”.

Nunca, nunca, nunca, la bella actriz Columba Domínguez llevó al disco en 1961 en una agradable versión  esta composición de Tata Nacho.

Popurrí jalisciense, interpretación de Lola Casanova, Adolfo Garza y Catalina Aguilera para el disco Noches Tapatías realizado por la casa comercial Tequila Sauza productora de ese programa televisivo.


Un sueño de tantos, en 1964 unen sus voces José Alfredo Jiménez y Amalia Mendoza en un disco de colección para RCA Victor.

2 comentarios:

  1. Pura música y artistas institucionales que han venido de generación en generación y aun suenan con mucho sentimiento, la verdad es que no la cambio por nada, gracias.

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  2. Yo tampoco dejo mi verdadera música mexicana, voz del verdadero México

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