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En este lugar se encuentran reunidos nuevamente el tiempo, la música y nuestros recuerdos...Iniciemos este maravilloso viaje al ritmo de las canciones y melodías de la Música sin Final...Déjese llevar por el mágico sonido que envuelve milagrosamente, ese algo que creíamos olvidado, pero que sigue ahí escondido en algún lugar, sin límites...sin final...¿Quiere saber en dónde está ese lugar?...Habita en su recuerdo y está más allá de la música...¿Nos hace el honor de acompañarnos?...Gracias.

Sus amigos,

Ricardo y Alejandro Martínez Arreola

miércoles, 26 de mayo de 2010

EL BOLERO… EVOCACIÓN DE LA ÉPOCA DE ORO

PRIMER PARTE
La Nostalgia de los Primeros Años

El siglo XX se engalanó con la presencia del ritmo musical de mayor arraigo e identidad nacional: el bolero, producto de la fusión de la danza habanera y la canción lírica tradicional.

El primer bolero mexicano (desde 1919 es una indiscutible favorita del cancionero popular) se debió a la inspiración de Armando Villarreal: Morenita mía. Al iniciarse la segunda mitad de los años veinte del siglo pasado, apareció en la escena musical Augusto Cárdenas Pinelo, el inolvidable Guty Cárdenas, trovador de origen yucateco que en su peculiar estilo interpretativo inmortalizara Presentimiento, de Emilio Pacheco (1926); Rayito de sol, de la inspiración de Ermilo Padrón y Nunca (1927) de Ricardo López Méndez y muchas más que registrara para el sello Columbia, hasta su trágica muerte en abril de 1932.

El origen del bolero mexicano es muy similar al del tango argentino: los dos nacieron en la obscuridad de algún bar ubicado en desagradables callejones de barriada en dos incipientes ciudades de América (México y Buenos Aires) que escondían bajo la sombra proyectada por un farol, las profundas contradicciones capitalistas en el umbral del siglo XX cambalache.

Agustín Lara es el auténtico creador del bolero mexicano, de carácter citadino, clasemediero, repleto de elementos modernistas e irreverente ante la moral provinciana heredera del porfiriato. La sensibilidad lariana, lánguida, sensual y alter ego de la bohemia, hicieron del Flaco de Oro, el símbolo de toda una generación y desde luego, el centro de la industria musical que giraba ya en torno a los medios masivos de comunicación imperantes en la época: la radio, el cine y la ya consolidada industria discográfica.

Con el bolero Imposible (1928), la canción romántica se transformó y todo un continente cantaría el repertorio más sublime de la lírica larista. Los nuevos rumbos que tomaría la canción popular mexicana estarían acompañados a partir de entonces, por los acordes extraídos por un arrobamiento casi místico de un elegante piano de cola. En la obra del célebre músico poeta, se reinventaría el mundo de la bohemia entorno de una mujer que, convertida en diosa, llena del veneno que fascina en su mirar, ocuparía el centro de ese nuevo y palpitante universo.

El género musical más popular en el mundo de habla hispana ha resistido con orgullo y majestad el inclemente paso del tiempo. En el modesto paisaje rural de la Cuba de finales del siglo XIX asomaron apenas las primeras notas de sus cadenciosos ritmos… Su embrujo casi místico, las ha llevado a recorrer el mundo entero hasta nuestros días, con una invitación permanente al baile lento, sensual y acariciante.

El bolero ha tenido la virtud de reinventarse día a día. Cada generación (desde aquella fecunda y añorada constelación de compositores y cantantes de los años treinta) hasta nuestros días, el ritmo romántico por excelencia, se ha mantenido vigente en el gusto popular.

En los primeros boleros que se popularizaron en los años treinta se destaca el acompañamiento musical a base del piano y violines. Los sonidos en blanco y negro del piano llenaron de armonías las letras de las canciones románticas y cursilonas interpretadas por las voces eternas de los cancioneros de la época, las cuales gracias a la melancolía del violín, recrearon un ambiente de sentimientos líricos que iban de lo alegre a lo trágico.

En esta prolífica e inolvidable etapa del bolero se crearon de páginas clásicas de nuestro cancionero popular: Agustín Lara (Rosa, Mujer, Enamorada, Nadie), Gonzalo Curiel (Vereda tropical, Sin lágrimas, Incertidumbre), Chucho Monge (Sacrificio, Creí),María Grever (Júrame, Así. Cuando me vaya, Alma mía), Joaquín Pardavé (Negra consentida, Falsa), Alfredo Nuñez de Borbón (Siempreviva, Consentida), Alberto, Ernesto y Abel Domínguez (Desprecio, Frenesí, Perfidia), Miguel Prado (Duerme, Nieve), José Sabre Marroquín (Nocturnal), Mario Álvarez (Angelitos negros), y Ricardo Palmerín (Semejanzas, Peregrina).

No podemos dejar de advertir que la influencia de las bandas de jazz de Norteamérica le dieron al bolero su proyección internacional definitiva: Aquellos ojos verdes de Adolfo Utrera y Nilo Meléndez (1930) y Adiós, linda morena (1931) de Eric Madriguera, son los ejemplos más representativos de esta modalidad.

En Puerto Rico, otra variante fue impuesta en 1934 por el Jibarito Rafael Hernández y sus ya clásicos Lamento borincano, Capullito de alhelí, Silencio y Lo siento por ti, pues ofreció un nuevo camino, paralelo a la línea romántica larista, al crear un bolero festivo, despreocupado y con aires marcadamente tropicales.

Por supuesto que en la consolidación del bolero, el papel de los intérpretes fue determinante. Cada solista, dueto o trío se distinguía por su peculiar estilo para decir las cosas. Entre las grandes voces de México que a partir de 1930 matizaron los sonidos de la radio y los discos, recordamos a: Alfonso Ortiz Tirado, Juan Arvizu El tenor de la voz de seda, Luis G. Roldán El cancionero romántico, Néstor Mesta Chaires, José Mojica, Genaro Salinas La voz de oro de la radio, Ramón Armengod El chansonier de moda, Fernando Fernández El crooner de México y Pedro Vargas El tenor continental. Entre las cancioneras, gozaron de notable popularidad las voces de Ana María Fernández La cancionera del estilo único, Chela Campos La dama del bastón de cristal, Las Hermanas Águila El mejor dueto de América, Ana María González, Lupita Palomera y Toña La Negra La sensación jarocha.

En 1935 el bolero transformó su estructura original adaptando a sus ritmos las nuevas armonías impuestas por el internacional Cole Porter, creador del bolero-beguine (el primer bolero de este corte se llama Beguine the beguine –Volver a empezar-). Por cierto, gracias a la versatilidad de esta corriente, al finalizar los cuarenta, Rubén Fuentes y Alberto Cervantes darían forma al bolero ranchero y ajustándose a los ritmos juveniles de la época, a partir de los años sesenta, se crearía el género denominado balada, que escuchamos con agrado en nuestros días.

El alma enamorada de México siguió regalándonos boleros en los grises años de la Segunda Guerra Mundial, con un éxito sin precedentes. El nombre de nuestro país brillaba con intensidad en la pasarela musical internacional gracias a los clásicos Perfidia y Frenesí de Alberto Domínguez; Amor, amor de Gabriel Ruiz; Bésame mucho de Consuelito Velásquez y Solamente una vez de Agustín Lara. La importancia del bolero en esta época se hizo evidente pues las grandes orquestas norteamericanas realizaron verdaderas creaciones de estas piezas, sin olvidar que las voces consagradas de Frank Sinatra, Nat King Cole y Doris Day, por ejemplo, sucumbieran ante el embrujo cautivante de nuestra canción romántica por excelencia: el bolero.

El miedo y la incertidumbre ante un posible ataque a la capital azteca por los países del Eje Roma-Tokio-Berlín, sirvieron de tema inspiración a los compositores del género. Entre los boleros más representativos de esta época recordamos Humanidad (1943), de Alberto Domínguez, Despedida (1941) de Pedro Flores y Miseria (1944) de Miguel Ángel Valladares.

Cuando los años cuarenta estaban en su ocaso, el bolero enfrentó una ola de fuertes críticas encabezadas por una corriente moralizante denominada Liga de la Decencia y que en México, encontró apoyo del gobierno del Presidente Ávila Camacho. Muchos boleros fueron satanizados por los nuevos inquisidores quienes encontraron en Agustín Lara, al principal enemigo de la sociedad. Por ejemplo, su bolero Palabras de mujer, se retiró de la circulación en radio y discos por una frase calificada de blasfema, la cual fue modificada por Salvador García para quedar como actualmente la conocemos (la canción originalmente decía “Aunque no quiera Dios, ni quieras tú, lo quiero yo…”). En esta época, también fueron censuradas canciones de Cri-Cri (Los tres cochinitos, por ejemplo) y satanizadas películas como Blancanieves y los Siete Enanos de Walt Disney.

Ante la crítica, el bolero buscó refugio en aquellos lugares que le vieron nacer. Los barrios y los cabarets le ofrecieron nuevos motivos de inspiración: el amor de la calle, de una aventurera, hipócrita o perdida mujer, fueron recreados en la pantalla de plata por Fernando Fernández y Meche Barba, quienes pasaban los más inverosímiles sufrimientos ocasionados por padrotes y gangsters empeñados en impedir su rumbero amor.


Continuará....


Por el momento los dejamos con algunas de las más bellas joyas del cancionero popular interpretadas en diversas épocas por auténticas voces de evocación.


Imposible de la inspiración del músico poeta Agustín Lara en esta grabación del siempre recordado trío Garnica Ascencio en el lejano año de 1928.



Falsa una de las composiciones más recordadas de Joaquín Pardavé en esta versión inmejorable de Juan Arvizu grabada en 1931.



Tu partida del finísimo compositor Gonzalo Curiel con esta interpretación daba comienzo la trayectoria artística de las Hermanas Águila en el año de 1935.



Eternamente del compositor chiapaneco Alberto Domínguez en la voz de Chelo Tovar acompañada por la Lira de San Cristóbal en el año de 1942.



Duerme inolvidable composición de Miguel Prado que en las voces de Las Tres Conchitas encontró una de sus mejores interpretaciones en el año de 1949.



Otra primavera en la voz Irma Carlón una de las mejores intérpretes del creador del bolero moderno Vicente Garrido , en esta grabación de 1958 la orquesta es dirigida por Mario Ruiz Armengol.



Invierno de la autoría de Chamín Correa en esta bella versión realizada por Linda Arce en el año de 1959 para el sello Musart.



Mi amor por ti de la corriente feeling del bolero el compositor Miguel Pous se hace presente a través de la inmejorable versión de Marco Antonio Muñiz en esta grabación de 1962.



La señal una hermosa composición de Álvaro Carrillo que también es asociado con la corriente feeling, aquí les ofrecemos la magnífica interpretación de Andy Russell realizada a fines de 1969.



Una aportación de nuestra videoteca a ese inmenso mundo de imágenes y sonidos que se construyen día con día en la red.














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