Al histórico municipio de Cárdenas,
provincia de Matanzas, de la Cuba bella, le tocó recibir en su seno el 4 de
octubre de 1913 a Arturo Francisco Núñez. Como todo buen cubano, de esencia rítmica
y de afecto irrestricto por la
cumbancha, cristalizó sus inquietudes
musicales al ingresar cuando recién cumplía los 8 años al
prestigiado Conservatorio Carnicer de La Habana, lugar en el que el afamado
compositor de “Quiéreme mucho” Gonzalo
Roig estudió e impartió clases.
Combinaba la disciplina musical con su
profunda pasión por el béisbol, deporte en el que hubiese querido triunfar. Mi
abuela, doña Felicia Núñez -doctora de
profesión- le insistió en que estudiara medicina, cuando cursaba el cuarto año de la carrera, tuvo lugar el golpe
de Estado de 1933, cerraron la Universidad y decidió suspender sus estudios.
Para su fortuna, en 1930 le otorgaron su título como profesor de solfeo, piano
y armonía. Así, el camino de la música –su verdadera vocación- le ofrecía un
nuevo horizonte.
Posteriormente, recibió la oportunidad de trabajar como músico
profesional en el Cine Violeta de La
Habana. Desde entonces, continuaron los ofrecimientos para presentarse con su
conjunto en distintos teatros y cuanta variedad solicitara sus servicios. Así, al
arribar a la Isla después de un éxito arrollador por Sudamérica el ilusionista de
origen británico Fu-Manchú lo contrata en exclusividad en su compañía como director musical continuando
con una gira que los llevaría en 1940 a
México. El Teatro Arbeu fue el recinto
donde realizaron sus primeras presentaciones. Durante esta década este peculiar
mago protagonizaría en nuestro país
media docena de películas.
Mi padre, decide separarse de la compañía y
quedarse en México para incorporarse como pianista de grandes orquestas como la de
Absalón Pérez, Ismael Ruiz (padre de Mr.
Harmony) o de Emilio B. Rosado, teniendo como vitrina diversos salones de
baile y a la Catedral de la radio… la XEW.
En 1942 decide formar su propia orquesta y
no tardó en recibir el ofrecimiento de don Vicente Miranda para presentarse en
el exclusivo centro nocturno “El Patio”. Era un grupo de ocho elementos
integrado por Ignacio Soriano, Yeyo Tamayo, Arsenio Núñez, Genaro “El Che”
Toledano, Alejandro Torres, Domingo “Mango” Vernier y como cantante Kiko
Mendive, presentándose como La Orquesta Antillana. Tal fue su éxito durante más
de año que mi padre solicitó un aumento de sueldo pero fue rechazado, don
Pancho Aguirre dueño del “Río Rosa” se apresuró y los contrató ofreciéndoles un
mejor salario en una relación laboral que se prolongó 3 años, todo un récord para aquella época.
Durante esa década y la siguiente, sus
grabaciones fonográficas inundan el
mercado de los interesados en la música afroantillana, los sellos discográficos
Columbia, Peerless, RCA Victor y Musart atesoran lo mejor de su repertorio
entre las que se cuentan: "Danzonson”, “La Palma”, “Sorrento”, “Linda Jarocha”, “María
la O”, “La Sitierita”, “La Pastora”, “Lala”, “Silver Star” y de su inspiración
“Nuestra cita” dedicada a mi madre, “Lo que tiene el Danzón”, “Mambo a la
Núñez”, “Tengo para ti”, “Playa azul” entre muchas otras.
Los años cuarenta marcan también su deseo
de crear raíces en México al contraer matrimonio con la compañera de toda
su vida, mi madre, Luz María González y de que sus
hijos nacieran en tierra azteca, culminando años más tarde cuando le fue
otorgada oficialmente la nacionalidad mexicana. Alguna ocasión respondió a un
periodista de esta manera: “¡Cómo no voy a sentirme de aquí, si mi
esposa y mis hijos son mexicanos. Si a México y al apoyo de mi público
mexicano, que me adoptó como uno más de esta Bendita Tierra, le debo lo que
soy, tal vez no sería nada si no me hubiera quedado aquí!”.
El estilo que le imprimió
mi padre a su orquesta no tuvo parangón, era marcadamente suave, romántico y
alegre. Cuenta el periodista Alfonso Juárez Ramírez: “En 1954, cuando Dámaso Pérez Prado “El Rey del Mambo” estaba en todo su
apogeo y tocó un mano a mano con Arturo Núñez en el salón El Fénix, Pérez
Prado sufrió un baño musical cuando el público, entusiasmado, sacó en
hombros hasta la calle a Núñez, por lo que Pérez Prado enfurecido, no finalizó
su turno y se retiró cabizbajo”.
La vida nocturna y musical
del México de aquellos años lo entusiasmo sobremanera que decidió ser propietario de dos salones de baile a partir
de los años cincuenta: “El Swing Club” ubicado en la calle de Coahuila en la
Colonia Roma del que cuenta Luis Ángel Silva “Melón”, llegaron a presentarse en
los años cuarenta orquestas como la de Luis Arcaráz,
Juan García Esquivel, Ismael Díaz, Everett Hogland y Larry Son entre otras, y
el “Casino Antillano” en Artículo 123 número 48, en el Centro de la Ciudad de
México.
Su orquesta estuvo
siempre integrada por exquisitos músicos mexicanos y cubanos, por ejemplo: Memo
Salamanca, Salomón Jiménez, Chilo Morán, Luis Mancera, José del Villar,
Marcelino Montes, Rey Carmona, Inocente Díaz, cantantes como: Kiko Mendive,
Vicentico Valdés, Lalo Montané y Benny Moré llamados primeramente el “Dueto Antillano”
y posteriormente el “Dueto Fantasma” -cabe apuntar que la primera Orquesta con
la que trabajó El Bárbaro del ritmo en México fue la de mi padre-, Toño Montané,
Francisco “Chico” Andrade, Antonio Jiménez, Tony Camargo, Ignacio Téllez, Luis
Demetrio, siendo tan larga la lista que,
pido perdón por la omisión de tantos nombres que siempre estarán presentes en
gran parte del éxito alcanzado por la Orquesta
del Caballero Antillano.
¿Por qué sus
compañeros músicos en opinión generalizada lo llamaron de esta forma? El músico cubano Silvestre Méndez comentó
alguna vez en una entrevista: “Era muy
correcto, disciplinado, bastante educado, muy gentil, para tratar a la gente,
era una persona estupenda en el ambiente musical y en el ambiente social, en su
manera de ser, en su forma”.
Por su parte, el periodista
José A. Contreras escribió: “Triunfador
en su profesión, Núñez desde hace tiempo se distingue por su calidad humana. A
los miembros de su orquesta y lo decimos en vía de ejemplificación para ver si
alguien quiere imitarlo, les concede doce días de vacaciones con el sueldo al corriente. Digno de Ripley y
digno de Núñez. Y ahí queda para ejemplo la forma en que trata a sus muchachos…
a sus elementos”.
Arturo Núñez, falleció el
27 de febrero de 1981, víctima de un paro respiratorio, en la Ciudad de México.
Sus restos descansan junto con los de su amada “Lucha” en el Panteón Mausoleos
del Ángel, edificio Arcángel Gabriel.
Físicamente no lo tenemos
más con nosotros; pero su recuerdo, caballerosidad, don de gentes y sobre todo
su música, siempre vivirá en la mente y en el corazón de sus amigos y seguidores.
Las nuevas generaciones
que gustan de la música afroantillana, sentirán no haber tenido la oportunidad
de conocer y tratar al Caballero Antillano,
como nosotros sus admiradores de siempre.
“La Orquesta Antillana de
Arturo Núñez”, actualmente se encuentra trabajando en la Ciudad de México, bajo
la dirección musical del maestro Eduardo Rangel Méndez, contando con la
participación de quien esto escribe -en exclusividad para Música sin Final-, Arturo
Núñez González en el ámbito de las relaciones públicas y contrataciones.
Cel. 0445541392730 turok.orchesta@gmail.com
Los siguientes números
musicales son grabaciones de la Orquesta
de Arturo Núñez, excepto el primer número.
Nuestra
cita, bolero romántico compuesto por mi padre y como
destinataria mi madre. Escuchemos la versión del siempre recordado Kiko Mendive con el acompañamiento de Silvestre
Méndez y su Conjunto.
Silver
Star, composición del
cubano Enrique Jorrín a ritmo de danzón.
Lala, danzón compuesto por Everardo Ordaz.
La
sitierita, bolero compuesto por Rafael Ortiz. Canta Lalo Montané,
voz segunda y coros Chico Andrade y Toño Montané.
Tengo
para ti, de la inspiración de mi padre. Canta el dueto
Antillano (Benny Moré y Lalo Montané).
Lo
que tiene el danzón, composición de mi padre. Cantan Lalo
Montané, Toño Jiménez y Chico Andrade.
Yo
sabía que un día, composición de Antonio Sánchez. Cantan Toño Jiménez y Chico Andrade.
Danzonson, composición de Alcibiades Agüero.
La
Palma, composición de Domingo Vernier.
Sorrento, composición de Domingo Vernier.
Indecisión,
bolero
romántico en el que podemos escuchar cantar a su compositor Luis Demetrio.
Cha
cha cha en Manhattan, composición y arreglo de Memo Salamanca.