Miscelánea de los primeros años de la Radio en México
Primera Parte
“Aunque la radio sea rapidez que en su locura
me abisme, jamás podrá superar la velocidad del chisme”.
Humberto G. Tamayo
A diferencia de
nuestros hijos y sobrinos adolescentes, nosotros podemos considerar que
pertenecemos a una generación que todavía escuchó radio en familia. Darle vuelta a la perilla –en
ese entonces el medio de comunicación más democrático- de aquellos aparatos que
parecían “cajitas con luz”, para dejar al
descubierto con asombro diversas estampas
sonoras o millones de palabras tratando
de explicar una realidad determinada.
Hoy,
los más jóvenes consideran que el radio es un objeto en desuso y más bien
desechable; mucho menos, capaz de reunir a una familia entorno a él, la época
digital les ofrece infinidad de contenidos diseñados y disponibles en múltiples formas para que
los consuman cuando lo deseen y las veces que quieran e incluso los transformen.
El recurrir a la radio para escuchar música les parece no menos que arcaico, si
acaso pueden sintonizar -vía Internet de preferencia- alguna emisora para ganar
boletos de algún concierto. Esto, por cierto, nos trae a la memoria el slogan
que utilizó en una época Radio 13 “La palabra convence, pero el obsequio
arrastra”.
Hace tiempo, nos detuvimos a pensar un poco, qué habrán experimentado aquellos regiomontanos que tenían -por su condición económica- un aparato de radio la noche del 9 de octubre de 1921 cuando después de tres notas al piano escucharon un saludo en voz de Constantino de Tárnava (desde su casa) e inmediatamente después la interpretación “en vivo” de la soprano Ana María Yrrutia cantando “Violetas”, en una época en que la sociedad mexicana se estaba acostumbrando a reproducir su música favorita en discos gruesos con una canción por lado en los legendarios gramófonos o como comercialmente se les seguía llamando “Máquinas parlantes”. La propia Yrrutia en una entrevista muchos años después en el periódico Reforma diría: “Yo estaba muy contenta, aunque no comprendía en ese momento lo que significaría aquello”.
En la Ciudad de
México tuvo lugar la primera transmisión radiofónica tan sólo unos días antes (el
27 de septiembre de ese mismo año), desde el Teatro Ideal. La realizó Adolfo Enrique Gómez Fernández y en
la parte musical contó con un invitado de lujo: el tenor José Mojica quien en
aquella emisión interpretó “Vorrei”. En aquellos ayeres, para que una canción
se popularizara debían transcurrir varios meses o hasta años; sin embargo, la
radio vino a permitir escuchar a varios cientos, miles o millones de oyentes al
mismo tiempo el estreno de una o varias canciones. ¿Cuántos mexicanos habrán escuchado esas dos
primeras emisiones? La historia escrita no da señal de ello, pero seguramente se
trata de un número muy limitado.
Al principio la
tarea más urgente de aquellos pioneros del éter para lograr incrementar su
influencia en la sociedad, era vender aunque
fuera casa por casa, aparatos de radio. Con el nacimiento de la XEW en 1930 cambiarían
las prioridades y a partir de entonces, se aplicaría eficazmente lo que hasta
la fecha marca a las telecomunicaciones: Vender tiempo aire.
En 1923 se
instalaron formalmente dos radiodifusoras en la Ciudad de México. Una de ellas logró
sobrevivir, sigue siendo la más antigua
de nuestro país y se dice que de Hispanoamérica (XEB antes CYB Estación del
Buen Tono S.A. fundada el 23 de septiembre de aquél año).
Sobre el
particular, Raúl Azcárraga en una entrevista con Felipe Gálvez explicó: “Antes que nada debo aclarar que no fue mía
la idea de las radiodifusoras en México. Fue uno de mis distribuidores de
Sandal S. Hodges, coronel del ejército de los EUA… me dijo: No, en esto usted
le mete la poesía, música, canciones, discursos y nadie le contesta. A usted lo
oyen. Usted no tiene que oír a nadie… y me decidí a comprar una planta
transmisora… con ella salí al aire, creando una de las primeras estaciones de
radio en México… se llamó CYL”.
Desde luego la
vocación comercial no paró ahí, a la gerencia de la cigarrera del Buen Tono
S.A. encabezada por José J. Reynoso le externó el siguiente plan: “Le hice ver que si así lo hacía podría
divulgar los productos de su fábrica y premiar a sus clientes con aparatos de radio de los que yo vendía.
Le dije incluso que no estaría mal ofrecer un receptor de radio (costaban entre
25 y 100 pesos) como obsequio a cambio de dar a El Buen Tono S.A., un número determinado
de cajetillas vacías de cigarros El Número 12”.
¿Qué música se
tocaba en aquéllos primeros balbuceos de nuestra radiodifusión? Dejemos que Emilio
Azcárraga Vidaurreta la responda: “Cuando
se inició la XEW, en México, no se tocaba música mexicana; nuestra gran música
era tenida como cursi por los mismos mexicanos. Se oían pasos dobles, chotices,
danzones cubanos, pero rara vez música mexicana. “La Borrachita”, “La
Chaparrita”, o “Las Mañanitas” sabían a cosa corriente. XEW vino a romper esos
snobismos, estimulando a los compositores mexicanos, líricos o no, que
empezaron a invadir el continente con música nuestra”.
En un amplísimo
artículo sobre la “W” los cronistas de
la cultura popular e investigadores musicales
Jesús Flores y Escalante (q.e.p.d.) y Pablo Dueñas señalaron: “Se propició el asentamiento de los géneros
vernáculos y regionales en la radio, en los cuales la agresión, el machismo y
la picardía del mexicano se estableció una manera de manejar el albur y el
doble sentido que se hicieron notar en
canciones como “Tú ya no soplas, “Estás como rifle”, “Me importa madre”…
Aunque haber programado con exceso música mexicana en la “W” (un 40% de la programación)
provocó que en 1938, el gerente general de la estación, el señor Othon M.
Vélez, hiciera hincapié en la mesura y en la difusión de estos temas que él
catalogó “de pulquería”. Sin embargo la
música ranchera se encumbró”.
En una polémica
periodística que tuvo lugar en 1949 se acusó a la radio de ser la principal
razón de la decadencia de la música
mexicana. Era habitual leer frases que enfatizaban la percepción de que la
radio había terminado con la canción mexicana y señalaban a los radiodifusores
como manipuladores de las preferencias musicales, haciendo uso de toda su maquinaria
machacaban que lo programado era lo mejor de nuestra producción musical, afirmación
no siempre cierta. Una década después el
historiador Carlos A. Echanove seguía
por la misma línea: “La música transmitida por las radios mexicanas es, en
general, de baja calidad. De muy baja calidad son también los anuncios
comerciales, últimamente caracterizados por su musicalización en forma de
fragmentos melódicos. Y de peor calidad son todavía ciertos procedimientos para
encargar los pregones en una obra musical”.
Una de las primeras
voces que surcaron los aires de la Ciudad de México fue la de Jorge Marrón
mejor conocido como El Dr. IQ cuando los
socios del Club Central de Radiotelefonía
se reunieron en la primavera de
1923 para sintonizar estaciones de onda
corta y pocos meses después se convertiría en el primer locutor comercial de la
CYB (XEB). En ese memorable año, El Dr. IQ comenzaría una brillante carrera de locutor, aunque justo es
decirlo, antes de acuñar este término se les llamó anunciadores o
perifoneadores.
No siempre los
locutores de épocas pasadas vivieron días de gloria y de respeto generalizado.
Las cosas se deterioraron tanto que en
su gestión el presidente Miguel Alemán externó
su preocupación por los locutores mexicanos: “En estos últimos años, el público ha venido acusando la pobreza de
cultura a nuestros locutores y pone en entredicho su personalidad, a tal grado
que, demerita la calidad de la profesión”. En muchos casos, esa preocupación sigue
vigente.
Es muy romántica la
idea de que en la época de oro de la
radio (1935-1945) era cosa común que hubiera notables instalaciones
radiofónicas, con grandes teatro-estudios, un bullicio permanente de
artistas o un ejército de empleados. Sin embargo, ¿cuál era la realidad de
algunas radiodifusoras comerciales? El locutor Joaquín Gamboa en sus memorias recuerda un pasaje de 1937: “En
la BZ (XEBZ) como en la mayoría de las pequeñas difusoras, el locutor lo era
todo y hacía de todo: anunciaba, programaba, hacía las veces de publicista,
operador, telefonista y si hacía falta, de carpintero y hasta de barrendero. Y
lo más curioso es que hacíamos todo aquello con el mayor de los gustos, sin
desdoro para nuestra vanidad.
Considerábamos a la Estación como algo nuestro a la que debíamos todo nuestro
cuidado y cariño”.
En esta misma
estación que transmitía con tan sólo 100 watts de potencia se escuchaba en
aquel año un programa llamado “La Hora Americana” ofreciendo los últimos éxitos
en los Estados Unidos de América (el titular de esa emisión y el encargado de traer
los discos era ni más ni menos que el recordado locutor Ken Smith). Como
podemos darnos cuenta, no es correcta la idea que con Radio 6.20 comenzó la
programación basada en el Hit Parade de los Estados Unidos aunque es justo
decirlo, a esta legendaria estación se le asocia con este género musical hasta
la fecha.
El primer
presidente que habló por radio fue Álvaro Obregón al inaugurar la Feria Radio
Eléctrica de Minería. Ante tal emoción, Raúl
Azcárraga mando crear un refresco embotellado llamado “Radio”, mientras tanto
la estación de El Buen Tono S.A. hizo lo propio al elaborar cajetillas de
cigarrillos marca “Radio”.
Si hay algo que nos
ha molestado siempre de escuchar radio es el fustigamiento de comerciales al
que somos sometidos y en franca contradicción -casi imperdonable- hemos
comprado y grabado decenas de ellos, pues ustedes sabrán entender lo difícil de
resistirse a Chocolates Turín ricos de
principio a fin… Ya desde 1934 la
gente se irritaba por lo saturado de comerciales en cada emisión de aquellos
legendarios programas de 15 minutos. Por ello, Emilio Azcárraga tuvo que
comunicarle a sus patrocinadores que sólo podrían transmitir un comercial
después de cada dos canciones y después de un minuto de haber iniciado el
programa. Sobre todo hubo un tiempo en que los comerciales duraban y sonaban
como canciones.
Uno de los primeros
patrocinadores de aquellos felices años veinte fue Sanborns, mientras que la
primera estación que impuso la modalidad de pagar a sus intérpretes fue la CYJ
(General Electric). Se dice que cuando Agustín Lara se presentó en 1929 en la
Estación del Buen Tono S.A. ya con las siglas XEB junto a su descubridora y
primera intérprete de rara belleza Maruca
Pérez, el premio que recibieron fue una cajetilla de cigarros para el Flaco
de Oro y una polvera para La Mocosita.
Si pensamos que
hace pocos años fue una novedad gastar bromas subidas de tono detrás de un
micrófono, basta con leer la siguiente anécdota contada por el locutor Roberto
Aguilar a la periodista Bertha Zacatecas para su libro Vidas en el Aire. Tuvo lugar en la XEX a finales de los cuarenta
del siglo XX, motivada porque un comerciante negó su patrocinio pues decía que
nadie escuchaba esa radioemisora: Simulamos
que al estar leyendo yo una noticia un tanto amarillista, alguien entraba a
cabina, me disparaba, rodaba mi cuerpo, se suspendía el programa y se creaba
una atmósfera de confusión tremenda: música, sonidos, voces, hablaba el
operador; una de actrices -Amparo Garrido-lloraba y gritaba “Mataron a don
Roberto”. Cuando el programa terminó, nos dimos cuenta de que habíamos llevado
la broma demasiado lejos: llegó una ambulancia de la Cruz Roja para auxiliarme,
el agente del Ministerio Público para levantar el acta… la calle de Córdova
donde estaba la XEX, había sido cerrada al tránsito, por la cantidad de gente
que se había reunido, aquello fue un escándalo. Al día siguiente Excélsior
denunció el hecho: lo calificó de una broma de muy mal gusto. Ya nos estaban
corriendo, pero como demostramos que la estación sí se escuchaba, nos
perdonaron la vida”. Ayer como hoy,
su majestad el rating, ante todo.
Por
nuestra parte, si bien hemos disminuido
el tiempo que dedicamos a escuchar radio, nos volvimos más selectivos en el contenido. En cierta
manera, por la veracidad de aquella reflexión del poeta Bertold Brech sobre
este medio de comunicación: “Un hombre
que tiene algo que decir y no encuentra oyentes, está en una mala situación.
Pero todavía están peor los oyentes que no encuentran quien tenga algo que
decirles”.
Amigos, los dejamos en la compañía de varios audios de época y de algunas cápsulas históricas, deseando que los disfruten en verdad. Felices fiestas. Reciban nuestros mejores deseos.
Amigos, los dejamos en la compañía de varios audios de época y de algunas cápsulas históricas, deseando que los disfruten en verdad. Felices fiestas. Reciban nuestros mejores deseos.
Cafiaspirina (La salvación de Don Pancho), uno de los cantantes de mayor popularidad en los años veinte era el barítono de origen español Juan Pulido, sin duda, escucharemos uno de los primeros pregones que se difundieron en radio allá por 1929.
Aventurera, la actriz Adria Delhort tuvo la fortuna de grabar y estrenar en 1930 con acompañamiento de guitarra una de las composiciones más populares del Flaco de Oro, en su época fue sumamente criticada esta composición, pero logró ser un éxito radiofónico, años más tarde lo fue en el cine y más recientemente en el teatro.
Sal de uvas Picot (marcha Picot), fue una de las marcas comerciales más exitosas en radio, su famoso programa Cancionero Picot (originalmente se llamó Canciones Picot), se escuchó primeramente en la XEB, después de algunos años pasó a la XEW. Justamente esta marcha de 1936 fue grabada con el elenco artístico de la “B” Wello Rivas, Margarita Romero y en la orquesta el propio compositor El Jibarito Rafael Hernández.
Amor, uno de los éxitos radiofónicos no solo en nuestro país sino más allá de nuestras fronteras fue esta composición de Gabriel Ruiz con letra de Ricardo López Méndez. Les presentamos una de sus primeras versiones en 1940 con Chucho Martínez Gil.
Rapsodia Philco, fragmento de un programa radiofónico realizado en 1944, tendrán una mejor idea de lo que era la estructura de estos programas musicales en la época de oro.
¡Viva América! un programa que se transmitía desde Nueva York por la emisora CBS y se escuchaba a través de la Cadena de las Américas, en México se escuchaba entre otras emisoras por XEW. Les presentamos un fragmento de un programa realizado a finales de 1945.
Como nacieron mis canciones, se dice que Arturo Manrique mejor conocido como el Panzón Panseco fue el cómico que mejor entendió el lenguaje radiofónico, todo un maestro del micrófono. Les presentamos un registro sonoro de 1947.
18 Aniversario de XEW en El Patio, fragmento de aquella transmisión por control remoto, claro ejemplo de profesionalismo de una radio realizada enteramente “en vivo”.
Manolín y Shilinsky, su actividad radiofónica fue abundante en los años cuarenta y cincuenta, aquí una pequeña muestra.
Canada Dry, fue una de las casas comerciales que mantuvieron al aire programas musicales con grandes elencos artísticos durante los años cincuenta. Esta grabación es de 1956.
Manuel Bernal “El tío Polito”, cápsula radiofónica de la serie Lo que el viento no se llevó conducida por Jorge Zúñiga Campos.
Cápsula histórica XEB, se escuchó cuando la emisora cumplió 88 años.
Nuestra es la voz, de todos la palabra, cápsulas que se escucharon en las transmisiones de Radio 2010 del IMER. Aunque en su realización participaron grandes conocedores del medio radiofónico, aplica aquel dicho “Al mejor cazador se le va la liebre” y es que ninguno corrigió que El Vate López Méndez, no es Rafael sino Ricardo.
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